Acordes de blues armonizaron la atmósfera del Jardín del Arte, en Festival Nacional Queretablues
- Cupi UAQ
- 21 ago
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Actualizado: 22 ago
Texto y fotos: Diana Gómez
Infografías: Mario Ortega
Las luces tenues y el murmullo de las guitarras anunciaban que la noche iba a ser especial.
El domingo 17 de agosto, el Jardín del Arte se convirtió en escenario de nostalgia y celebración con el cierre del Festival Nacional Queretablues, donde dos agrupaciones hicieron vibrar a los asistentes: La Rumorosa Blues Band y El Callejón Blues Band.
Con 15 años de trayectoria, La Rumorosa salió al escenario entre aplausos y gritos que marcaron la mitad de la velada.
El vocalista, Guillermo Fuentes, no tardó en contagiar su energía: invitó al público queretano a bailar, a dejarse llevar por el ritmo áspero y cálido del blues.
Aunque la respuesta no fue inmediata, conforme se fue marcando el ritmo y escuchando la voz ronca y melancólica que define al género, algunos se levantaron de sus sillas y otros se balanceaban al compás, marcando el pulso de cada canción.
El público también tuvo su protagonista inesperado: el baterista Jorge, a quien los asistentes incitaban a bailar. Con sonrisas y complicidad, se tejía una conexión entre músicos y público, una chispa surgió entre ambas partes y convirtió el concierto en una experiencia.
El set de La Rumorosa incluyó piezas cargadas de sentimiento; temas que, sin abandonar la esencia del blues, exploraban sonidos más cercanos al rock latino. En esos instantes la agrupación mostró que su historia sigue en construcción y que cada presentación es una nueva oportunidad para reinventarse.
Cuando las últimas notas del rock y blues de La Rumorosa se desvanecieron, llegó el turno de El Callejón Blues Band, agrupación que tomó el escenario con una propuesta distinta pero igualmente poderosa.
Sus guitarras más eléctricas y la armónica punzante encendieron a un público efusivo.
El ritmo creció y el Jardín del Arte se transformó en un pequeño club de blues al aire libre.
Su historia de más de 30 años se combinó con una mezcla de temas clásicos y composiciones propias. El Callejón de la Blues Band mostró el lado más festivo del género: solos que arrancaron ovaciones, improvisaciones y una conexión entre músicos que se transmitía con cada acorde. La gente aplaudía y dejaban que el blues los envolviera.
Entre cada interpretación, los integrantes compartieron anécdotas de su recorrido en festivales, esas historias contadas con humor reforzaron la complicidad con el público, que respondió no solo con aplausos, sino con arduo sentimiento de pertenencia a la tradición del género.
La música se convirtió en un puente entre generaciones, en un recordatorio de que el blues no es un género viejo, sino una forma viva de narrar emociones.
El Jardín del Arte, bajo la luz cálida del festival, fue testigo de una velada donde cada nota fue una travesía y cada aplauso, un eco que prolongaba la magia del blues.
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